En la oscuridad, parado en el umbral la vio mientras caía al suelo aquello que la cubría, le encantó su color, pudo olerla y saborearla anticipadamente. No comprendía por qué era inalcanzable, por qué podía disfrutarla sólo a lo lejos; entonces se dio cuenta de que le escurrían unas pequeñas lágrimas.
Tenía ganas de gritar cuánto la deseaba, cuánto quería saborearla; le dio pena no poder hacerlo, estar en desventaja, en gran desventaja y no podía creerlo; era de otro y no de él.
De pronto, vio cómo ese hombre la hacía completamente suya, la devoraba, la disfrutaba, hasta terminar esa paleta de delicioso chocolate, que él, un simple perro, deseó infinitamente.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario