Amanecí con el sol entre mis piernas. Ahora mis temores se evaporan. Me desdoblo para salir del paso. Tu rastro me ha llevado hasta tu luna, y mi luna, no sé por qué, ha curado mi piedra verde. Ya mis alas se han secado y me encuentro en otro orden de cosas. Ya la niña de mi texto no se recuesta a esperar. Ayer, por ejemplo, me descubrí otro deseo: He querido ser taquión, una partícula de velocidades infinitas para así estar en cada punto al que fijes tu mirada. Y más, he sabido que el movimiento se encuentra en la inmovilidad, que ahora me siento poco a poco omnipresente, así nos afectamos con cada marometa, cada vez que giras o cada vez que vuelo... Por eso pienso que quizá también amaneciste con el sol entre tus piernas y quizá por eso te pensé y tú llamaste.
(No recuerdo de dónde saqué este texto ni quién es el autor)